sábado, 12 de mayo de 2012

La obcecación del proyectista


Como bien ha expresado recientemente un prestigioso arquitecto, es cierto que algunos malagueños derrochan chispa y talento para ver y mostrar rápidamente el aspecto gracioso de las cosas, sobre todo porque cuando los engranajes del sistema se encargan de triturar los derechos jurídicamente amparados, siempre queda el ingenio como último recurso, el humor como válvula de escape frente a la frustración y el desengaño que la especulación privada -casi siempre contraria al interés general- provoca entre esa incauta ciudadanía que ilusamente espera de las Autoridades -supuestamente competentes- una defensa del Estado de Derecho en vez de manipular torticeramente sus mecanismos para lograr que los ricos sean más ricos, a costa de la destrucción sistemática del Patrimonio Histórico de la ciudad de Málaga.
Del mismo modo, algunos arquitectos y urbanistas, algunos promotores inmobiliarios y algunos políticos, con ofuscación tenaz y persistente insisten una y otra vez en proyectar la ciudad según sus particulares deseos y necesidades, incluso si estos son por completo contrarios al ordenamiento establecido en el marco jurídico vigente. Pero eso no es ningún problema, al menos en Malaguistán, porque si una Ley u Ordenanza prohíbe tal o cual PROYECTO “estrella”, se soluciona rápidamente, cambiando esas normas en un alarde de arbitrariedad que arrolla uno de los principios Constitucionales fundamentales, que no es otro que el de exigir unos límites racionales a la discrecionalidad de la Administración, logrando así que se respete una aplicación equitativa de las normas y evitando la injusta discriminación que supone que unos, los más débiles, deban cumplir a rajatabla la normativa, mientras que otros, influyentes, poderosos, ricos, puedan saltarse la norma "a la torera".
En Españistán sabemos mucho de esta aberración, la del amiguismo, el nepotismo y el clientelismo político, pues durante cuarenta años de repugnante dictadura así fueron las cosas. Pero ahora vivimos en una democracia y por eso tal vez “hay miles de personas que hacen de la creación de problemas la razón última de la existencia y perpetuación del sistema”, porque creemos que este sistema, el del Estado de Derecho, es el que hay que defender a toda costa.
Puede que hoy el del Hoyo de Esparteros y Pasillo de Atocha sea un “entorno despersonalizado y confuso”, según acertada valoración del mismo arquitecto al que antes nos referíamos. Aunque obvia este profesional que hasta hace muy poco, tan solo unos años, justo en el momento de anunciarse el PROYECTO, la realidad era muy distinta; precisamente hasta que la desidia de Ayuntamiento y Junta facilitó los planes de una promotora inmobiliaria y un arquitecto Premio Pritzker y Príncipe de Asturias de la talla de Rafael Moneo. Primero, mediante una vergonzosa secuencia de incendios fortuitos (?) y consecuentes demoliciones, que convirtieron la zona en un "pequeño Sarajevo", eliminando de un plumazo el problema que representaba para el PROYECTO la existencia de varios edificios históricos en el lugar elegido. Después, a través de un esperpéntico e hipócrita baile de procedimientos burocráticos cuyo único objetivo ha demostrado ser modificar todo el marco normativo para imponer por la fuerza un PROYECTO que incluye tanto la demolición programada de un emblemático edificio centenario como La Mundial, repleto de historia material y simbólica (como bien han demostrado las recientes investigaciones de los especialistas en la materia), al que previamente “degradaron” en su nivel de Protección Patrimonial sin alegar más justificación que su “inadecuada localización” (consúltese el Boletín Oficial de la Provincia de Málaga, número 191 de 3 de Octubre de 2008, página 38); así como la ruptura de la trama urbana histórica mediante la desaparición de una calle pública y una profunda alteración del parcelario histórico.
Si habláramos de un bosque incendiado "fortuitamente", arrasado dentro de un Parque Natural, cuyo suelo se recalifica para poder hacer un campo de golf y varios centenares de pareados, pocos tendrían la menor duda de calificar todo lo ocurrido de “pelotazo” urbanístico en toda regla. Pero, claro está, no se trata de un bosque, sino, mal que les pese a algunos, hablamos de “una realidad incompleta, abierta a las generaciones para su continua transformación”, como es la ciudad. Pero vuelve a errar nuestro arquitecto de referencia, pues no hablamos precisamente de toda la ciudad -omisión por otra parte muy recurrente en estos asuntos-, y esta matización es muy importante.
Aquí hablamos de un minúsculo sector urbano que algunos legisladores “radicales del conservacionismo” decidieron hace 27 años calificar como área de reserva legalmente protegida, en el mismo momento en que el Boletín Oficial del Estado publicó que apenas 50 hectáreas (menos del 1% del suelo urbano del municipio) del Centro Histórico de Málaga debían considerarse Bien de Interés Cultural de Conjunto Histórico-Artístico, siguiendo las orientaciones y propuestas planteadas por igualmente “radicales” instituciones internacionales como la UNESCO o el Consejo de Europa.
Sin embargo, parece no bastarles a algunos que desde ese año de 1985 se haya demolido un tercio de los edificios centenarios del corazón histórico de la ciudad de MálagaAhora el edificio de La Mundial espera su turno en la triste lista de demoliciones programadas.
Y es que estos individuos siempre quieren más, porque su voracidad no tiene límites, ni su obcecación por determinados PROYECTOS tampoco.